Porteadora






Sujétame a tu vientre de mariposa

vuelo incesante
que me transporte a libar los jugos secretos

cuantos sabores desconozco
              de ti

aquellas contemplaciones que aún no me son dadas

el color de las fantasías
              la frescura de la serenidad
                        la humedad de los sueños

esa intensidad
              que no nombras

lo que carece de tiempo
                         porque tú eres todo mi tiempo




(Foto. Mona Kuhn)







Marcas






El alba
sabe aún a ti
y las sábanas trazan sus marcas
sobre mi torso

era tan entrañable el sueño
es tan áspera tu ausencia.



(Foto. Anders Petersen)

Confesión





Aunque quieras apartarme
y yo calle
te confieso:
no sé mirar
                sino hacia ti
esa luz
          la imprescindible.


(Foto: Anders Petersen)


Fatalidad





Ni una ligera brizna
       ni una leve hendidura
             ni un soplo húmedo

¿acaso va a quedar
así de pronto muerta
                    la vida?



(Foto. Anders Petersen)


Merodeo






Cómo golpea el silencio
ese frío ácido que encoge y descompone
pero la loba
seguirá merodeando
tras tus huellas
desde sus refugios sin sosiego
porque en ella
hay tantas marcas que huelen
a ti
por todas partes
que no sabe olfatear
otro camino.



(Foto. Connie Imbodem)


La playa






Cuando pisaste la orilla revoltosa
               frágil cristal de espuma
y tus pies se hundieron repentinamente y la arena
en su desplazamiento momentáneo
hizo quebrar la segura estabilidad
                   de tu vértice
¿sentiste por un momento que yo estaba allí debajo
en el cuarzo que las olas disuelven caprichosas
escribiendo sobre tus dedos con el alfabeto
                          de mi saliva?            



(Foto. Nad Iksodas)

Enroque





              Enrocado a la fuerza por la sombra
que te oculta a mis ojos
              cómo evitar
esta extrema debilidad
que enflaquece mis sentidos
y vuelve onerosas
              las horas de ausencia.




(Foto. Martin Stranka)

Repente






Desde cada lado de la noche
tus dedos y los míos
rozan
         traviesos
nuestros sueños.

No sé quién de los dos
sumerge al otro
         en la voracidad
de la añoranza.

Despierto de pronto con la boca
húmeda
         nombrándote.




(Foto. Bill Brandt)

Permanencia






Sé de ti
desde aquella mirada que retuve

(alivio de la tristeza de mis ojos)

también por tus dedos
que se enzarzaban en la hojarasca de mis cabellos
para asomarme a tu rostro

(destino final tu húmeda sonrisa)

¿quieres oir también que aún mis labios
conservan la textura de la afinación
de tus pezones?

(sublime alzamiento urgiéndome a desdoblar la boca)

¿o cómo perecí
en la libación de una copa
que no dejaba de llenarse?

(compartiendo mi brindis, agostándote conmigo en la caída)

Extensa y calinosa:
aún saboreo tu tierra
y sueño entre los espacios de su profundidad.



(Foto. Mona Kuhn)

Saberes






Mientras te rompes
              y me rompo
y nos asombramos de nuestro ruido
confluyen dos cauces
              dos torrentes que se desbordan
      se regustan
pero ambos entendemos
                            que nada se ha hecho añicos
que esta partición tiene tanto
de intercambio
               bajo la superficie de su tránsito
vertical e inverso
que nos hace saber
(en sus dos acepciones vigorosas)



(Foto. Anders Petersen)

Penetrante




Descenderé hasta tu cáliz
desde donde creces envuelta
en pétalos de rocío
y no saldré jamás de su aroma de primavera
sino para dejarme cubrir
como amante irrenunciable
por tu honda mirada.



(Foto. Leonard Nimoy)


Profundidades




Y cabalgamos sobre las olas
y el interior del piélago
fue nuestro
y supimos que aún quedaba tanta sal
entre nuestros dedos
y que no había fondo
porque nosotros dos
huidos de lo usual
al habitarnos
habitábamos las entrañas del océano.




(Foto. Francesca Woodman)

Electricidad





Te ha sorprendido la tormenta del atardecer
justo cuando te llegabas a aquel verso de Archipelagus
                            presto ya busca su casa, mas luego ya ruinas contempla,
                            tristes escombros, el hombre; solloza la esposa en su cuello
la luz se ha ido y ha llegado hasta mis oídos un grito
¿eras tú o fueron los versos los que me reclamaron?

Ha sido una excusa, la tarde oscurecía antes de tiempo
a tientas me has buscado
entre los aposentos de la distancia y del deseo
a tientas no
la intuición guía nuestros movimientos inquietos
y al sujetar mis dedos urentes
lo has dicho con voz tonante:
                            acógeme tormenta, descarga sobre mí
                            tus años apagados
y así entramos lentamente en la noche refugio
donde la luz espera a ser prendida
a golpe del sílex maleable de nuestros cuerpos.



(Foto. Martin Stranka)


Disolución






Esperabas de mí solo un murmullo
pero extendí mi voz
estrujé todas las palabras
que tuve al alcance
te las ofrecí
y en ellas nos ungimos
transidos de brasa y sal
hasta caer disueltos
por la última herida de placer.



(Foto. Katia Chausheva)


Canto al sol




En cada amanecer brotas
desde ámbitos que desconozco.
Hierves en tu mirada
contenida
húmeda.
Me ofreces tus sueños.
Pasa a las estancias donde habitan
me dices. 
Yo pongo pequeños haces en tu cuerpo
iluminando las sombras.
No soy toda la luz
pero al saborear los pequeños resquicios
que traje del planeta encendido
amas en mí
tu propia llama.
Nos alimentamos
para seguir naciendo.



(Foto. Vaclav Jiru)

Tu animal





Soy tu animal. Mi olfato
te detecta y pone en guardia cada palmo secreto
que se agita incontenible
antes de que estés en mi presencia.
Llegas y me miras
robándome los ojos
llegas y me hablas con un ligero y sugerente vaivén
de los labios
llegas y te plantas para que yo vacile
llegas y enredas tus dedos gélidos
entre los cabellos de mi sien.
Juegas con mi instinto sediento y lo domeñas
me cercas
me conduces a un espacio de servidumbre
donde no me deseas apaciguado
sino solo dúctil.
No te sosiegues mi pequeño bárbaro,
me ordenas imperativa,
no ocultes las pezuñas que desbrozan la hierba
cuando corres hacia mí.
Despójame de mi última resistencia,
y muerde con tu boca de Fauno hambriento
como si fuera la última cena
entre dos presas.




(Foto. Antoine d'Agata)


La parada de las letras




Te observo hojeando en la parada de libros
                sales de una página
acariciando el filo de su borde
con la misma lasitud que paginas mis labios
                   ceremonia esmerada que se hace sentir
como una pausa firme
al columpiar mi nuca tus dedos desplegados
                               entrando en otra página
la que yo abro
la que abres conmigo
         para activar más allá de su superficie afectada
mis letras apagadas
que hablan a solas
                        en un ahogado murmullo
cuando no estás


(Foto. René Groebli)
  

Reconocimiento




¿Podría reconocerme
fuera de las huellas que piso
        en un ir y venir del silencio al anhelo
del deseo a la calma
donde las palabras cubren
        con su frágil nomenclatura
cada uno de mis aullidos?
      



(Foto. Francesca Vergnano)


Captación




Mi dulce perdición
         si supieras
cuánto aroma de ti traslado
en la rugosidad de mis labios
               envenenándome
en la nostalgia de tu útero seguro
al que me convocas
con una mirada hipnótica
                            tejida de serenidad.



(Foto. Antoine d'Agata)

Inmersión


Me empequeñeces
              cuando te despliegas
y al paso de la convulsión que evoca nombres
              la mar profunda
                                     el valle hundido
                                                            los viejos huracanes
no quiero ponerme a salvo
              para qué sobrevivir
si la belleza es esto
el arrebato que te abre y te revela
              y degusta mi mirada
de adolescente
perdido
              hasta bañarla enardecidamente
con la espuma de tu húmeda salinidad



(Foto. Antoine d'Agata)

Didáctica



Enséñame los primeros trazos
          soy tu párvulo
haz de mis tímidos balbuceos
escrituras
          que desplieguen relatos
sobre nuestra piel.
      


(Foto. Michael Ackerman)

Permanencia



Ni las nieblas
          ni la ausencia
                   ni la distancia
suponen óbice alguno para desviarme de ti.
Lo verdadero
es aceptar el flujo de la lluvia.
Las nubes no pueden engullir jamás
el terco rostro de la luna.
Lo permanente late en nuestra complicidad.
Nos hemos refugiado
          en aquella guarida de arbustos
y zarzamoras
donde nos estuvimos amando de niños
sin saberlo todavía.



(Foto. Antoine d'Agata)

      

Venero



Del venero de la ansiedad
fluyó tu llamada.
Rumor creciente.
Agitación.
La estrella de mar se desplegaba
oficiando su liturgia
sobre el abismo de mi cuerpo.
Caías por él
los dos caíamos
en un vórtice compartido.
Desprendimiento.
Fértil profundidad
enajenante oleaje donde catar
nuestro sabor fecundo.



(Foto. René Groebli)

La materia



Dejo que me desnuden las estrellas.
Esa materia que me imanta
cuando no están tus manos escarbando
mis cabellos.
Cierro los ojos y una luz lejana 
se extiende
humedeciendo todo mi cuerpo.
Al entreabrir los labios
sólo apareces tú.
Anhelada fulminación
que me ausenta del mundo
y desaloja mis carencias.



(Foto. Antoine D'Agata)