Tiento




No debimos permanecer bajo los álamos
aquella tarde

                   la tormenta descargó a nuestro lado y tú
tú extendiste la mano
para ver si la lluvia era pálida
o sonreía
                   un relámpago iluminó nuestros rostros
en su sacudida despiadada nos hurtó la mirada

fuimos tiento ciego sobre la tierra húmeda
                   hasta anegarnos