Te ha sorprendido la tormenta del atardecer
justo cuando te llegabas a aquel verso de Archipelagus
presto ya busca su casa, mas luego ya ruinas contempla,
tristes escombros, el hombre; solloza la esposa en su cuello
la luz se ha ido y ha llegado hasta mis oídos un grito
¿eras tú o fueron los versos los que me reclamaron?
Ha sido una excusa, la tarde oscurecía antes de tiempo
a tientas me has buscado
entre los aposentos de la distancia y del deseo
a tientas no
la intuición guía nuestros movimientos inquietos
y al sujetar mis dedos urentes
lo has dicho con voz tonante:
acógeme tormenta, descarga sobre mí
tus años apagados
y así entramos lentamente en la noche refugio
donde la luz espera a ser prendida
a golpe del sílex maleable de nuestros cuerpos.
(Foto. Martin Stranka)