Convergencia




Qué emoción cuando se hace el silencio
y ni siquiera nos llega el rumor lejano.
No nos interesa lo ajeno y la memoria,
vengativa e inútil llama,
no tiene espacio en esta ocupación apacible
donde estamos ambos en cada uno.
Asómate a mí,
deletreas tenuemente en mis oídos
mientras nos acercamos a las brasas.
Pero tu voz es fiera y me gusta su zarpazo.
Pero tu aliento empapa y siento su bocanada.
Y yo converjo como un brazo más,
ignorando mi origen y lo arduo de mi viaje,
sobre tu fértil delta de plata.



(Foto. Ignacio del Río)