La calma




Después del último gemido
        ahogado en el sudor
                    de tu cuello de intemperie

tras la expulsión a que sometes
al hombre de sí mismo
        desgarrada caída
              inclemente vórtice de arrobamiento
al cual nos rescatamos como náufragos pasivos

                    apurados en el vaho que aún flota
entre dos cuerpos
        cautivos de su sed y su lujuria
no dejas escapar mis manos
                    no me abandono al sopor traicionero
                                no quiero perderme la calma
de tus ojos

aún no he soltado del todo las bridas del placer
        y tu boca permanece tan abierta




(Foto. Michael Ackerman)