Plegaria onírica



Perturba mi noche
y apodérate de mi sueños.
¿No ves acaso que mi resistencia
cede ante el vuelo que improvisas?
Hazte presente y evoca los días gozados.
Descúbrete y envuelve con tu desnudez
mis ojos turbios
que no dejan de sentir la sal sobre tu piel.
Permanece oferente con tus silencios
a través de los que yo penetro
incisivo y audaz hasta tu cella.
Apacigua mi alma en rebeldía.
Dota de calor a este hombre
que perece y se eleva cada noche
entre tus manos
imprescindibles.



(Foto. Ignacio del Río)

Posición



Al erguirte me yergues
y una danza de los dedos
y la música de mi boca interpretando
susurros
y el corte cenital de tus dientes
sobre mis pezones emergentes
y el rozamiento que intercambia calidez  
hasta nadar en su humedad
cada impulso 
hace que nos desplomemos
no como muertos repentinos
sino como orugas fabricando el tejido
de los días
en su tierna viscosidad.



(Foto. Ignacio del Río)


Convergencia




Qué emoción cuando se hace el silencio
y ni siquiera nos llega el rumor lejano.
No nos interesa lo ajeno y la memoria,
vengativa e inútil llama,
no tiene espacio en esta ocupación apacible
donde estamos ambos en cada uno.
Asómate a mí,
deletreas tenuemente en mis oídos
mientras nos acercamos a las brasas.
Pero tu voz es fiera y me gusta su zarpazo.
Pero tu aliento empapa y siento su bocanada.
Y yo converjo como un brazo más,
ignorando mi origen y lo arduo de mi viaje,
sobre tu fértil delta de plata.



(Foto. Ignacio del Río)

Mascarón de proa




A disposición del viento
¿o de las olas?
Tu exhibición lujosa
para abrirte camino sobre mi cuerpo baldío.
Despliegas el arado
y escarbas impetuosa bajo el erial
que se había olvidado de dar fruto.
Ahora germino en silencio
y me preservo
solo para que tú me horades
o rasgues con tu travesía
el océano
que surcas sobre mí en cada acometida.




(Foto. Ignacio del Río)

Atrapado




Ese puño invisible que descargas
con el coraje de la ira
hace arder mis vísceras.
Aquí, atrapado en mi oscura prisión
lo hago mío.
Como todo lo que llega de tu mano.
Aunque haga daño
sé que es tuyo y me posee
irrenunciablemente.



(Foto. Jorge Molder)

Combate



La oscuridad no es negra
es blanca
y en ella se cruzan todas las direcciones
que deben conducirme
a ti.



(Foto: Marcus Erixson)

Dirección única



Como insecto perdido
te busco
erguido sobre mi instinto
y a cada palmo de días mustios y de noches turbulentas
que me desplazo
soy incapaz de caminar en otra dirección
que no seas tú
y deberías saberlo.


Expulsión




¿Qué debo hacer si me expulsas
de tu vida?
¿Tenderme abatido sobre el lecho sudoroso
a empaparme del olor acre de mi fracaso?
¿Imaginar nostálgico los tiempos de goce y esperanza
para que sus recuerdos golpeen mi abdomen
hasta el vómito?
¿O acaso maldecir mi engreimiento,
esa pretensión que no supe enhebrar con la aguja de la decisión
y el hilo del tiempo que transcurría?
Me espanta la muerte del amor.
El temor a que ahuyente de mí cada mirada sobre el mundo.
El vaciamiento de la energía que crecía entre tus manos.
Ahora mis sueños no tienen horas ni sentido:
son torpes y anodinos
como antes de tu aparición.

Flotante



Sé de tu presencia
te refugies en la oquedad de los días
o te muestres luminosa
caminando sobre las olas que terminan siempre
en mi costa.


 

(Foto. Bill Brandt)

Aliento




Vano humo,
disolución en el interior de las fronteras
de mi cuerpo,
caída en lo anodino
mientras mis sesos se descomponen
como baile de peonza.
No me puedo apagar
pues hasta tu silencio
es mi aliento.


(Foto. Ralph Gibson)


Instinto




Hay días en que me despierto cargado
de instinto
y no estás a mi lado:
una ráfaga de vengativa soledad
pretende derribarme.

Salto al suelo, impetuoso,
como si echara un pulso con la gravedad
que me arroja
ineludiblemente
hacia el punto cardinal en el que habitas.

Enfrío mi desnudez advirtiendo
que también la potencia espléndida del sol
se ve turbada y  las nubes
amortiguan su luz.
No por ello desaparece y él me enseña
a esperar.



(Foto: Ralph Gibson)

Robo



En el borde de las horas
hay un instante fugaz
en que perezco.
A veces no es tan pasajero:
extiendo la mano y el sueño
me la roba.
Pero eres tú
ladrona indócil
quien se queda con mi tacto.



(Foto. Eric Kellerman)

Corales

Creo habértelo susurrado:
me gusta amarte desde mis debilidades.

La fragilidad me abre,
agiganta mi generosidad
y forma una barrera de coral protectora
en torno a ti.



(el sistema Blogger no deja bajar foto)

Léxico



Comprender las palabras
puede llevarte una vida entera.
Por ejemplo anhelo
por ejemplo caminar
por ejemplo manos
por ejemplo mirada.
Y a medida que cito me sorprendo.
¿Debo continuar la lista?
Todas las palabras me parecen recientes.
No se trata de un nuevo aprendizaje.
Es saber que estaban esperando este momento
y solo estaban hechas para esta mujer.
A la que ofrezco mi léxico.



(Foto. Aira Manna)

Reconstrucción





Me invades y me ocupas.
Me ocupas y me extiendes.
Me extiendes y me tomas.
Me tomas y me rasgas.
Me rasgas y me abres.
De par en par
recorres cada oquedad de mi ser.
Reconstruyéndome.



(Foto. Ralph Gibson)

Avidez




He soñado con tu boca.
Me daba de beber.
Al despertar tenía los labios resecos
y agrietados.

No fue suficiente
o tenía mucha sed.



(Foto. Eric Kellerman)

Procedencia




Vengo de una llamada deslizante
que construiste con letras.
Más tarde supe que fue una mirada larga
la que había seguido mis pasos.
Y aquí estás.



(Foto. Ralph Gibson)

Puerta




Tras pulsar tu mirada
se abrió una puerta de par en par.
Amable estancia
donde el silencio nos comunica
cálidamente.



(Foto. Ralph Gibson)

Resurrección



En el refugio de tu cuerpo
he sido otro:
un hombre distinto al que se había extraviado.
He huido de mí
burlando la ausencia,
hasta desalojar la frialdad que me había vuelto irreconocible.
En tu territorio no he percibido
el límite:
me crecía en cada paso
y cada huella afirmaba mi decisión.
Esa extensa llamada ha conjurado el vacío:
el que había hecho clamor
de mi soledad.
He visto la luz cuando todo estaba siendo ceguera
en mis instintos. Aprendizaje.
Santigüé mi sed
con la señal que emanaba desde todos tus vértices.
Resurrección.


(Foto. Brassaï)


Descenso




Eres sombra
               aire que atraviesa la estancia
luz iluminando
                   el cuerpo abandonado a la intemperie
eres silencio y la voz mansa
aderezando con palabras flotantes la espera inagotable
desciendes con tu presencia irreverente
                          sobre el manto de los días soñados
desafías el enigma
y lo vences
                 para fundirte en su materia



(Foto. Claude Faville)



El borde




Y en el borde es donde se deciden
las ganas de amar
que son las de vivir.
Allí se rasgan las tinieblas cotidianas
y emergen las presencias
como horas nuevas.
Presencia deseada, núbil presencia
que desposa mis vacíos.
En tu voz hay clamor
y en mi pecho el ruido incesante
se hace espuma
que te envuelve con su oleaje.



(Foto. Ralph Gibson)

Equilibrio




No hay paso
          sin ti no lo hay
ni senda que pueda deshacerse

he recorrido tanto
y tanto aún ansío caminar hacia tu orilla
que no contemplo rendición

cierro los ojos y mantengo el equilibrio

no cortes el cable delicado por el que me desplazo
estoy cerca y tú al otro lado
           el vaho de tu aliento humedece mi rostro

no me desproveas de la pértiga
           incluso aunque lo hicieras andaría entonces
por el aire

pero mi destino no es el aire
sino la tierra de que estás formada
           esperando que yo germine
en su sustancia




(Ralph Gibson)

Conjuro en tres fases





Ausencia: amenazante y velada
privación
             nada sería igual y todo quedaría oscuro
si habitaras los espacios de nuestras vidas

las palabras se despojarían de sentidos:
sentidos del calor sentidos de la urgencia sentidos
de las voces
con las que nos reconfortamos tantas noches distantes
             aplazados sentidos
que han llenado los días que aliviaron
nuestros desgarros y sortearon
las incertidumbres

             Tiempo: estás cargado de nuestros sentidos
complementarios
los que llevamos alojados en las entrañas

no nos traiciones ahora
sabes que no podrás rehuirnos porque eres
            somos
nosotros mismos
y condenado estás a ampararnos

Soledad: áspera y violenta
soledad:
             yo te conjuro
contra las palabras vanas y las figuras efímeras

aplaza tu desasosegada decisión
y no pronuncies la última palabra
             pues sólo hay un destino
escrito




(Foto. Antoine D'Agata)


       

Al borde




No caer, sentir
que la sombra de ti mismo
no ha podido robarte tu sombra grande
la sombra madre
de la que te nutres sin edad
con una ácida sonrisa inerte
y de donde te sujetas ya sin placidez

no puede con ella el violento desdén
de ese espectro pequeño que se revuelve aún
en el desván de tus sueños
no puede con las sombras que gravitan
y te desdibujan un día tras otro
sin que logres detener su mano voraz

No caer antes de...¿antes de?
Como si acaso hubiera una caída programada
confías una vez más en los días y temes
nuevamente la noche que te engulle
y tu disolución por sorpresa

por sospecha




(Foto. Michael Ackerman)

La calma




Después del último gemido
        ahogado en el sudor
                    de tu cuello de intemperie

tras la expulsión a que sometes
al hombre de sí mismo
        desgarrada caída
              inclemente vórtice de arrobamiento
al cual nos rescatamos como náufragos pasivos

                    apurados en el vaho que aún flota
entre dos cuerpos
        cautivos de su sed y su lujuria
no dejas escapar mis manos
                    no me abandono al sopor traicionero
                                no quiero perderme la calma
de tus ojos

aún no he soltado del todo las bridas del placer
        y tu boca permanece tan abierta




(Foto. Michael Ackerman)

Aprendizaje




Su cuerpo habla
una lengua que enseña a balbucear al mío
y no sabe luego
hacerlo callar




(Foto. Antoine D’Agata)

Regusto





Al anochecer desprecias tu imagen
pasas de corrido ante los nombres del día
y sus actos
tu boca sabe acre al áspid que secreta

hoy no has envenenado a nadie



(Foto. Kai Pfaffenbach)

Golem




Sopla sobre mí
una vez has moldeado con tus manos
pacientes
la blandura del barro

adapta este ser nacido para amar
a tu materia
oblígale a gemir y a desprenderse de su veta
y que te traiga la lluvia
y que rescate tu fuego
y que se envuelva en tu vendaval

hornea con su sustancia rebelde
una vasija capaz de contener su sed furiosa
donde tú te viertas

hasta enredarte




(Foto. Michal Ackerman)

Pulso con las palabras




Te adentras ávido en el laberinto
tras ellas
ignorante de que se saben todos los juegos

antes de que trataras de alcanzarlas
ya habían enredado con su espiral
tu ingenua voluntad

ahora son ellas quienes deciden
las que pulsan tu resistencia
las que te someten

y te dejan inerme




(Foto. W.E.Smith)


A la palabra




No quedan causas justas
en el mundo

no viertas mi sangre
si no estás segura
de que puedes rescatarme 




(Foto. Isabel Gómez)


Declaración



Las camisetas hicieron su agosto:
te amo N.Y. pregonaban
desde el algodón asiático de corazón smile

pero yo te amo a ti
ciudad desconocida ciudad
que me espera ciudad olvidada ciudad
de provincias que sufres que te alteren

te amo a ti ciudad en ruinas
sujeta al recuerdo por las lianas de los manglares
te amo a ti ciudad destruida y tantas veces puesta en pie
sobreviviendo a los agresores
amo el perfil de la ciudad saqueada
y el silencio de sus muros sepultados
bajo las arenas del desierto

te amo a ti la ciudad humilde
de artesanos la ciudad que los obreros
ocuparon cuando fue cambiando tu rostro
amo la ciudad que iba camino de serlo
pero quedó en aldea
incluso amo a la ciudad lujosa abocada al declive
porque se durmió en su pasado egotista

amo las ciudades apeadas de la historia
y la de los caravansarai y las que hallaron
los conquistadores cuando perplejos invadieron
los reinos del sol
y las que levantaron catedrales anhelando la montaña
por cuyas laderas trataron de ascender hacia lo improbable
pero no lograron salir de sus murallas

no necesito portar ningún icono sobre mi piel
sólo mi devota entrega:
te amo a ti ciudad
que aún no has nacido




(Foto. Jan Saudek)

Zarpazo



Fue entre dos luces
        tal vez entre dos sueños
la calima me derribó con su zarpa incandescente

        disipó en su tránsito todo mi pasado
de noche y de silencios




(Foto. Marcus Erixson)


Impaciencia




Embeleso del niño con la carrera impetuosa de las nubes.
               Asombro de un vuelo raso.
Lame el aire imitando un vértigo entusiasta.
               Luego maldice con desdén las obediencias
que le impiden ser nimbo o rayo o fluido
o siquiera una sombra.
               Urgencia de lo otro
y el picor que le azuza por llegar más lejos.
El cielo es imparable y él tan lento.
               Impaciente mirada.
Pregunta al viejo pastor
¿por qué corren tanto?
               No son las nubes, le responde
el  anciano sagaz.
               Son las horas.




(Foto. Fay Godwin)


Cautivo




Vénceme
           y en mi cautividad
dispón el sacrificio

haz que perezca
           para que me salve




(Foto. Michal Macku)

El viento



Te oigo y sé
que eres tú
            por cómo te desplazas delicada
e invisible junto a mi sombra

y escucho un silabeo

ven al silencio dices
            o murmura por ti el viento
con mirada húmeda

ven a este espacio en que nada prometo
y déjate caer
            como una línea repentina
sobre un papel con trazos destrazados

ven a tu disolución en mi costado
            hasta esta cálida raya
donde tus palabras
me dices
se convierten en latidos que nos estuvieron esperando
            en otras vidas

y sólo escuchamos un goteo

úntate
            susurras
que se nos vaya la sangre más dulce
            a través de la cruz de nuestros cuerpos




(Foto. Itou Kouichi)

Tedio




Con qué sueñan los hombres vacíos por las noches
sino con hacer durar sus sueños

se refugian en las oquedades del olvido
mientras reptan con tedio
a través de llanuras inhóspitas

agrietadas y turbias las del deseo
las únicas que permanecen abiertas en su languidez
las veinticuatro horas




(Foto. DGTLK)

Llamada




Dime, dime quién soy
la voz que me nombra desde dentro
es tan débil
necesitaré otra garganta
que pronuncie por mi
y otra mano que dibuje con la mía
los trazos que voy olvidando

quedan aún tantas páginas en blanco
en el cuaderno de mis días



Instante




Siéntate bajo el viejo árbol
hasta que salgas de ti;
siente la tierra áspera
hasta que entres en ti.

Sólo eres la fina arista que va desde tu infancia
hasta el paisaje
y te roza.




(Foto. Martin Stranka)


Inquietud





Sobre la oscuridad
la palabra
se erige como luz.
O eso creía.
Pero, ay, y si sólo se trata de una máscara
disfrazando las  tinieblas,
¿qué será de nosotros?




(Foto. Michal Macku)

Agónico




Desnudas madrugadas
en que muero sobre tu vientre
hundido bocabajo
araño las sábanas inclementes y vacías
aquella convulsión en que me descompongo
no puede evitar el grito
que hace agonizar al hombre.

Mar de Aral



       
        Se borraron todas las huellas
la arena volvió a ser piedra
y la espuma de las olas se convirtió más que nunca en sal
        lo que había sido siempre.
Sólo permaneció de la vieja era un viento ardiente y reseco
        que convertía en orfandad el recuerdo del mar.

Permanecimos varados en medio del paisaje yermo
a la espera del rescate
         contemplándonos.




(Foto. Anders Petersen)

Para dos



Cuando dejé de ser aquel poeta
           Oguzcan
perdí mi lengua perdí
a Beethoven a Debussy
           los ojos de las medusas
extravié mis propias cenizas
que se disolvieron por los Bósforos
de todos los continentes
           y ya no podré volver a soñar en los desiertos
del Taklamakán.
Sólo la memoria secreta de otro ser
            inalterable y secreto
recorre de nuevo el mundo en busca
de los orígenes que habitan en la mujer
            que nunca puede desaparecer.


Metamórfico




Mi fantasma te acariciaba
con dedos rugosos de saurio
te lamía con las dos lenguas
y en la turbación no advertías
que las escamas
se iban desprendiendo de tu piel
hasta dejar al descubierto el abrigo
de tu última hibernación




(Foto. Michael Ackerman)

Reflejo




Hay mañanas en que el espejo me devuelve un rostro
que no es el mío pero que habla
como si me conociera desde dentro de mí.
Deja que me confunda con él.
Sumido aún en la penumbra de la que lentamente me desperezo
te elijo
con la humedad de los ojos inocentes.
Antes de que el acecho del tiempo
empañe definitivamente mi máscara.




(Foto. Diana Blok)

Perfume




Tu palabra
tan sutil como un perfume
solo percibido por el inquieto destino
que soy
y en ella me envuelvo cuando no estás
cuando no estoy
y en ella me reconforto cuando quiebro
yo siempre naciendo
yo siempre pidiéndote más
exigiéndome
como si fuera un desterrado en busca de la inalcanzada tierra
prometida
en la que tú me vas ubicando 
pacientemente




(Foto. Diana Blok)

Despertar




Entre dos nieblas
sueño que te rescato de los días implacables

no hay pausa en mis pasos
no hay cesión en mi deseo
no hay mirada que se desvíe

al abrir los ojos cae sobre ellos un destello

tú la transparencia
el arañazo a mi agitación 

entras y me disuelves en el don de tu sosiego




(Foto. Michael Ackerman)



Búsqueda




Las primeras manos que toqué
eran cálidas.
Nunca encontré otras manos como aquellas.
Olvidé su forma, olvidé su textura,
olvidé cómo me sujetaban
y cuán dúctiles eran sus caricias.
Pero el calor nacía de ellas
y ellas eran el calor

el que todavía busco.




(Foto. Moholy-Nagy)

Lectura




Lees en voz alta
escucho las sílabas pausadas que tu aliento
deposita en mis sienes
encadenando sentidos

o liberándolos





(Foto. Michael Ackerman)

Instinto



Hay oscuridades
donde el instinto se extravía
y noches vivientes.
El instinto:
densa vena preñada de soledades que retumban
y convierten su eco en martirio.

La sangre empuja al deseo
salpica tu cuerpo ausente.




(Foto. Diana Blok)



Sabor




Si me llegas al sueño
si te nombro
si me encuentras
si te expandes
si me arrojo

probaremos el sabor de la tierra.



(Foto.Elena Baca)

Construcción



Soñé que me deslizaba en la noche
junto a tu espalda de arena
            tu nuca acogía mi boca
la saliva embarrando tus contornos
y con ella
el vuelo de un dilatado aliento           
            que te daba la vida


 


(Foto. Michael Ackerman)